2030.....
Inmersos en la era tecnológica y en la sociedad del conocimiento, los avances científico-técnicos repercutirán en todos los ámbitos de la existencia humana, inclusive la educación. Si esto es así, imaginando un futuro escenario educativo -utópico o distópico- cabría preguntarse cuáles van a ser los retos con los que se enfrente la educación. En 2030, los alumnos tendrán nuevas motivaciones y habrán desarrollado nuevas capacidades, lo cual obligará a pensar y plantear nuevas metodologías de enseñanza y nuevos espacios educativos. Esto sugiere la necesidad de actualización del profesorado y la necesidad de nuevas fórmulas organizativas, así como la posible desaparición del libro de texto convencional. No obstante, si bien es cierto que es una condición necesaria la adecuación entre la configuración de la sociedad y el sistema educativo, estas transformaciones no son insignificantes. ¿Qué podría implicar la incorporación definitiva de elementos tecnológicos en las aulas? Ciberescuelas con pizarras digitales interactivas, libros electrónicos, mesas multitáctiles, entornos virtuales, e incluso robots ayudantes capaces de realizar algunas de las tareas hasta ahora propias de los docentes.
Nos gustaría centrarnos más concretamente en una de estas problemáticas: ¿qué significa realmente prescindir del libro de texto? ¿Leer en tablets y escribir en ordenadores? El arte de escribir o de leer es como un oficio manual, en el cual, en su realización, se descubre el proceso de la comprensión y de la reflexión. Se piensa mientras se escribe. Se comprende mientras se lee y se crea una intimidad táctil con las palabras. En cierto modo, prescindir de estos elementos, nos arrebata el proceso; el proceso de conocimiento. En la actualidad, como si de Matrix se tratara, deseamos aprenderlo todo, o tenerlo todo al instante, sin esfuerzos ni procesos. En Matrix, Neo aprende artes marciales con tan solo introducir un procesador informático en su conciencia. En la actualidad, incluso utilizamos aplicaciones para conocer a las personas, para ahorrarnos el proceso lento y espontáneo del encuentro. Múltiples ejemplos se desvelan para descubrirnos los efectos transformadores de eliminar los procesos. Nos permitimos sostener aquí, que informatizar los espacios educativos, en cierto modo, tendría como consecuencia un detrimento del proceso de aprendizaje. Este proceso pasa por la escritura y la lectura, y si se "ahorra" el esfuerzo de ese oficio, olvidaremos la caligrafía, olvidaremos cómo se escriben las palabras, olvidaremos a pensar a partir de las mismas, y en vez de inventar cuentos, dejaremos que sea Siri quién nos lea por las noches.
Black Mirror....
No hay nada malo en aprender de manera inmediata, podría ser la democratización del talento. Lo malo es que todo es potencial no tendrá objetivos, pues el futuro sólo se basará en unos y ceros, tecnología y economía. Debemos encontrar un nicho a ese talento que está sin explotar.
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